La política de movilidad para la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) está estancada en diálogo nulo.

No sólo porque no hay una estrategia unificada entre los gobiernos federal y locales, sino porque se hace al margen de la opinión de los ciudadanos que a diario utilizan las vías de comunicación. Son ellos quienes viven y padecen las consecuencias de una deficiente estrategia para conectar a la ciudad.

Se ha vuelto frecuente anunciar nuevos proyectos de movilidad, megaproyectos de infraestructura e inversión que, en general, únicamente benefician a los automovilistas y no a los peatones, cuando sólo tres de cada diez viajes en la ciudad se hacen en vehículos particulares.

Volteemos a ver por un momento el caso del viaducto elevado La Raza-Santa Clara que, de concretarse, correría sobre los carriles de Insurgentes Norte, desde el Centro Médico-La Raza, hasta la autopista México-Pachuca.

Un proyecto amplio, ambicioso, y que hoy cruzaría sobre áreas verdes y de paso las aniquilaría. Esto, además, fue recibido con un amplio rechazo por parte de los habitantes de las zonas que impactará.

Es así que, desde un inicio, la obra sufrió el repudio generalizado, no sólo por los ciudadanos, sino también por otras figuras de gobierno; desde las autoridades locales, empezando por la delegación Gustavo A. Madero hasta la administración central, con la mano alzada de los secretarios de Obras y de Gobierno.

Todos se sumaron a un extrañamiento de la obra por no ser clara en sus beneficios, pero no tuvieron el mismo rigor para exigir que se consultara a la ciudadanía, como siempre se ha pregonado que se toman las decisiones en la administración actual.

Esta semana, el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, dijo a los diputados federales que el proyecto se está analizando ante las voces que lo han criticado. Aunque sostiene que no se concretará la obra si no hay una aceptación. No es capaz de manifestar si se hará una consulta ciudadana. ¿O de qué manera se medirá la aprobación?

Como ejemplo, el caso del viaducto elevado es claro, pero no único. Situaciones similares se han vivido en la Ciudad de México con obras de movilidad, urbanismo e infraestructura que no han sido consultadas, pese al amplio rechazo que pesaba sobre ellos. ¿Alguien recuerda voces a favor de los segundos pisos o de las autopistas urbanas?

Pese a ello, en el absurdo e irreal, la Ciudad de México fue seleccionada como finalista al premio de la categoría de Transporte que otorga la Cumbre de Alcaldes contra el Cambio Climático (C40), por el Programa de Movilidad Integral.

Lo anterior se antoja francamente una noticia menos que creíble, si no es porque la capital del país albergó la sede del C40 y se le otorgó un reconocimiento por ello al margen.

Palabras más, palabras menos, en la ZMVM la movilidad y su inversión es voz de un solo emisor. El diálogo es escaso. La consulta es mínima. Pero como siempre, el afectado es el ciudadano.